Una vez Mariana y yo estábamos muy emocionadas porque íbamos a ir a Córdoba de viaje de egresados.
En el micro, nos sentamos juntas y Mariana me contó una historia acerca del lugar dónde íbamos a ir, al cerro Champaquí.
Los abuelos le habían contado una antigua leyenda que trataba sobre los indios comechigones. La leyenda decía que existe una criatura sobrenatural que chupa sangre y mata a la gente que lo visita. Por eso todos los indios que habitaban esa caverna vivían con mucho miedo. Y de vez en cuando, alguien moría. Se creía que el asesino era una criatura que habitaba allí. Me contaba Mariana mientras yo escuchaba atenta. Realicé una mueca que expresaba terror.
Unos minutos después, llegamos a Córdoba y fuimos al hotel. Dejamos las cosas y finalmente fuimos a “Boca Negra”, una Caverna en el cerro Champaquí.
El guía, Pablo, nos contó por qué le decían Boca Negra, a esa caverna. Dijo que la llamaban así porque supuestamente había una criatura que chupaba sangre, y su boca, quedaba negra.
De repente, Mariana gritó y todos saltamos del susto. Había sentido que alguien la tocaba. El guía, apresuradamente, la iluminó con su linterna. Todos nos reímos porque solo era una planta que crecía en una piedra. Mariana y yo nos tranquilizamos y continuamos la visita.
Pablo nos mostró algunas piedras preciosas que había en la caverna y mi amiga se quedó, estupefacta mirando un rubí. Yo fui con ella y miré el rubí también. Me veía reflejada en él. De repente vi una sombra, una figura terrorífica que aparecía y desaparecía. Sentí una mano temblorosa, en mi hombro y me sobresalté; me di vuelta, pero solo vi una sombra. Ni rastros del cuerpo. Con mucho miedo, fui con el grupo y no dije nada sobre mi experiencia.
Cuando regresamos al hotel, estábamos todos muy cansados y Mariana y yo fuimos a nuestra habitación.
Era de noche cuando desperté porque tenía dolor de cabeza. Fui al baño, me lavé la cara, pero no prendí la luz para no despertar a mi amiga. Vi a alguien reflejado en el espejo y toda la habitación inundada de sangre. Sentí una mano en mi cuello y me desmayé.
Al otro día, me desperté en mi habitación. Estoy segura de que era “Boca Negra”, el chupasangre. Le conté a Mariana lo sucedido y ella enmudeció, no dijo nada. La noche siguiente me sucedió lo mismo y al tercer día; le sucedió a cinco o seis compañeros míos, pero lo distinto era que… ¡estaban muertos! Tenían una marca de sangre en el cuello y los ojos rojos. Parecían estar petrificados.
Yo tenía demasiado miedo, temblaba. No podía seguir allí. Así que, asustada, me escapé. Ya no lo soportaba.
No volví a mi casa, nunca. Me quedé viviendo en el campo, pero nunca estaba sola. Siempre estaba el “chupasangre”, esperando para visitarme.
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